“Líderes” que enferman, seres que se rompen
- Juan Manuel Higuita
- 22 ene
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Autor: Juan Manuel Higuita, Director Ejecutivo de Créame.

La escena se repite en demasiados lugares y se hace habito en cada rincón: reuniones cargadas de agresividad, metas inalcanzables impuestas bajo amenazas implícitas, y equipos desgastados por una competencia interna mal diseñada. Esta visión distorsionada del liderazgo está enfermando a las personas. Literalmente. Lo vemos en los crecientes índices de ansiedad, depresión, agotamiento crónico y trastornos alimenticios que afectan a millones de trabajadores en todo el mundo. Y lo más alarmante es que hemos llegado a normalizarlo, aceptando que “así son las cosas” en un entorno laboral competitivo.
¿En qué momento el liderazgo se convirtió en sinónimo de control, miedo y presión? Liderar nunca debió ser un ejercicio de imposición, sino de inspiración. Sin embargo, muchos líderes, atrapados en la obsesión por resultados inmediatos, han olvidado que su principal responsabilidad no es administrar cifras, sino cuidar legados empresariales o institucionales mientras construyen bienestar para las personas.
Cuando un líder recurre a la agresión, no motiva: intimida. Cuando utiliza la amenaza, no inspira: paraliza. Y cuando fomenta la competencia incoherente y desmedida entre compañeros, no crea equipos: los fractura. Este tipo de liderazgo no solo es éticamente cuestionable, sino también terriblemente ineficiente. Las organizaciones que perpetúan estas prácticas terminan pagando un precio elevado: productividad en declive, alta rotación de personal y un ambiente laboral tóxico que sofoca cualquier intento de prosperar.
Pero el costo más alto no se mide en dinero, sino en vidas. La Organización Mundial de la Salud ha documentado que el estrés laboral es una de las principales causas de enfermedades mentales y físicas. Y este no es un problema exclusivo de las grandes corporaciones. Desde pequeñas empresas hasta multinacionales, la falta de empatía en el liderazgo deja una estela de personas exhaustas, desmotivadas y, en muchos casos, rotas.
Para transformar esta realidad, es vital reconocer que no se trata de un problema individual, sino sistémico. Las prácticas tóxicas no surgen solo de los líderes que las ejecutan, sino de las estructuras que las permiten y, a veces, las premian. Cambiar a una persona no basta; debemos transformar la forma en que entendemos el poder, la autoridad y el éxito.
Un líder auténtico no necesita alzar la voz para ser escuchado ni recurrir al miedo para obtener resultados. Liderar con empatía y compasión no es un signo de debilidad, sino la herramienta más poderosa para inspirar a otros. Los equipos que se sienten valorados, respetados y apoyados no solo son más creativos y comprometidos, sino también más exitosos.
El cambio comienza por escuchar genuina y activamente a las personas, ofrecer retroalimentación constructiva en lugar de críticas destructivas, y priorizar el bienestar de las personas por encima de la urgencia de los resultados. No se trata de renunciar a las metas organizacionales, sino de alcanzarlas sin destruir a quienes las hacen posibles.
El liderazgo debería ser una fuerza que eleve, que conecte y que transforme. Un líder debe comprender que cada decisión, cada palabra y cada acción tienen el poder de construir o destruir, de dignificar o de quebrar.
Hoy, más que nunca, necesitamos líderes que sanen. Líderes que comprendan que el éxito carece de sentido si se logra a costa de la salud y la dignidad de las personas. Líderes que miren más allá de los balances y entiendan que su mayor logro no será un número, sino el bienestar de quienes confiaron en ellos.
No podemos permitir que el liderazgo siga siendo sinónimo de enfermedad. Es momento de resignificarlo. No solo por el bien de las personas, sino también por el futuro de las organizaciones y de nuestra sociedad.
En Créame, institución de lidero, creemos en un liderazgo que construye en lugar de fracturar, que inspira en lugar de intimidar y que entiende que las empresas no solo generan resultados, sino también impacto en la vida de las personas.
Si queremos organizaciones sostenibles, necesitamos líderes que sanen, que acompañen el crecimiento de sus equipos sin sacrificar su bienestar. Porque al final, el verdadero éxito no se mide solo en cifras, sino en la huella que dejamos en quienes nos rodean.
y tú ¿Qué líder quieres ser?