Autor: Juan Manuel Higuita, Director Ejecutivo de Créame.
¿Cuál es el verdadero papel de las empresas en un mundo que enfrenta desafíos estructurales, complejos y trascendentales? Más allá de los beneficios económicos, las empresas tienen el poder —y la responsabilidad— de rediseñar su propósito, convirtiéndolo en promesa para el mundo. No como una declaración superficial, sino como el núcleo que define sus acciones, decisiones y legado. Este llamado no es para quienes buscan comodidad en el statu quo, sino para los líderes que están listos para enfrentar la realidad de una sociedad global en rápida transformación, aquellos que pueden enfrentar la complejidad en un estado de su ser creador y no en supervivencia.
El propósito superior no se trata de métricas superfluas ni de resultados inmediatos. Es el compromiso de liderar desde una visión que combina rentabilidad con un impacto tangible en las personas y el planeta. Este enfoque no es solo para empresas “progresistas”; es el único camino viable para quienes aspiran a trascender en mercados cada vez más exigentes, conscientes y escépticos. Los líderes que no comprendan esto ahora estarán fuera del juego antes de lo que imaginan.
Adoptar esta mentalidad implica mucho más que agregar iniciativas sociales o sostenibles a un plan estratégico. Dirigir desde el propósito exige un cambio de paradigma, es casi un éxodo: repensar por qué existimos como empresas. Este cambio requiere valentía, coherencia, audacia y ambición. No es una tarea sencilla, pero es profundamente transformadora. Empresas como Patagonia y Unilever han demostrado que la rentabilidad puede y debe coexistir con un compromiso real hacia la sostenibilidad y el impacto social. Patagonia, con su lema “We’re in business to save our home planet,” no solo vende productos, sino que ha construido una narrativa poderosa que conecta profundamente con consumidores y empleados. No es casualidad que estos modelos sean estudiados como ejemplos de innovación empresarial sostenida y sostenible.
El propósito, bien integrado, genera resultados medibles. Las empresas con una visión clara y auténtica tienden a atraer mejor talento, aumentar la retención y fomentar culturas organizacionales comprometidas. Esto se traduce en innovación constante y ventaja competitiva. Los datos respaldan esta afirmación: estudios de Harvard Business Review indican que las empresas orientadas al propósito logran tasas de crecimiento más altas, y un 80 % de los consumidores prefiere marcas que actúan con transparencia y responsabilidad.
Sin embargo, el impacto de este enfoque trasciende las cifras. Cuando una empresa opera con un propósito audaz y ambicioso, redefine su lugar en la sociedad. El liderazgo consciente no se trata únicamente de cumplir con las expectativas del mercado, sino de anticiparse a las necesidades de un mundo que exige más. Los retos globales, como el cambio climático, la desigualdad social y el acceso a recursos esenciales, requieren una respuesta audaz de quienes tienen la influencia para actuar. Las empresas que asumen esta responsabilidad no solo prosperan; lideran la transformación hacia un futuro más justo y sostenible.
¿Cómo se logra esta integración? No hay un manual único, pero hay principios que guían el proceso. Todo comienza por alinear el propósito con la cultura organizacional. Esto significa que no basta con enunciar valores en un comunicado corporativo; el propósito debe permear cada decisión, desde las políticas internas hasta las interacciones con proveedores y clientes. Este enfoque transforma el compromiso en acción y la acción en resultados tangibles.
Un segundo pilar es la transparencia. Hablar de propósito sin demostrarlo con hechos solo alimenta el escepticismo. Por ello, medir y reportar el impacto de estas iniciativas es fundamental. No se trata de transformar valores intangibles en números fríos, sino de demostrar, con evidencias concretas, cómo las decisiones empresariales generan valor compartido para todas las partes interesadas. Michael Porter y Mark Kramer, creadores del concepto de “valor compartido”, sostienen que las empresas que abordan desafíos sociales no solo contribuyen al bien común, sino que también identifican oportunidades de mercado que antes no existían. Esta es la esencia de liderar con propósito: resolver problemas reales mientras se genera riqueza sostenible.
El desafío, por supuesto, no es menor. Este tipo de liderazgo requiere un compromiso inquebrantable con la coherencia. Ser un líder consciente significa saber que cada decisión cuenta, y que cada acción —o inacción— envía un mensaje. La verdadera fortaleza de una organización con propósito no reside únicamente en su capacidad para crecer, sino en su habilidad para inspirar y movilizar a quienes la rodean. Esto incluye a empleados, clientes, inversionistas y comunidades.
Volvamos a la pregunta inicial: ¿Cuál es el papel de las empresas hoy? La respuesta no es fácil, pero es clara. Las empresas tienen la capacidad de ser mucho más que generadoras de utilidades; pueden convertirse en catalizadores de cambio profundo. Los líderes que abrazan esta visión no solo están asegurando su relevancia futura; están construyendo un legado que trasciende. Hoy el mundo nos exige acción, no hay espacio para liderazgos tímidos ni para propósitos superficiales.
Este no es un llamado a seguir tendencias; es una invitación a liderar con valentía, a redefinir el éxito y a demostrar que los negocios, cuando se hacen con conciencia, son una fuerza imparable y escalable en favor del bien.