¿Y si cerramos los ojos?
- CREAME INCUBADORA DE EMPRESAS
- 27 jun
- 3 Min. de lectura
El acto radical de liderar desde adentro

¿Qué pasaría si, por un tiempo generoso, cerráramos los ojos?
No para desconectarnos, sino para reconectarnos. No como evasión, sino como acto radical y diferencial de liderazgo consciente. Cuando cerramos los ojos, emergen las voces internas que el bullicio exterior silencia. Aparecen las preguntas incómodas que a diario evitamos. Se presentan, desnudas y sin disfraces, las verdades y certezas más claras.
Lo han comprendido algunas culturas sabias, que hacen del silencio un ritual y de la pausa un deber. Lo experimentó Satya Nadella, CEO de Microsoft, quien relata cómo, en medio de la crisis cultural de la compañía —desgastada por la arrogancia competitiva y los silos internos— decidió detenerse, cerrar los ojos y reenfocar el sentido de su liderazgo. Se atrevió a escuchar lo que nadie decía: que necesitaban más empatía que poder, más preguntas que respuestas. Ese giro interior permitió a Microsoft reinventarse desde la colaboración, la apertura y la humanidad compartida.
Cerrar los ojos y darse tiempo puede ser, entonces, el acto más revolucionario de un líder. Porque no solo nos obliga a ver lo que habitualmente pasaría desapercibido —nuestras contradicciones, nuestras sombras, nuestras decisiones vacías—, sino que también nos permite reconectar con nuestra esencia más primordial. Nos invita a descubrir esas fuerzas interiores que el ruido externo suele silenciar: nuestros valores, nuestro carácter, nuestra intuición, nuestro verdadero potencial. Al cerrar los ojos, no solo confrontamos la fragilidad, sino que también despertamos la fortaleza; no solo nos detenemos, sino que ganamos claridad para avanzar más alineados, más conscientes, más humanos. Es el acto valiente de preguntarnos hacia dónde, para qué y cómo queremos seguir, pero ahora con la brújula interior encendida.
Pero cuidado. No hablo de un cerrar los ojos ingenuo, desconectado del mundo, delirante. Hablo de un cierre consciente, deliberado, incómodo, pero también compasivo. Uno que invite a la introspección como brújula ética y estratégica. Uno que permita transformar la oscuridad interior en faro que nos guíe con la luz de nuestra unicidad.
Ahora, cuando el liderazgo parece extraviado en la fuerza de la incertidumbre y la velocidad, cierro esta reflexión con una invitación incómoda: atrévase a cerrar los ojos. Sienta el peso del silencio que se prolonga. Pregúntese lo que nadie le pregunta. Mire lo que nadie quiere mirar. Escuche lo que su más auténtico ser le está tratando de decir. Solo entonces, quizás, descubrirá una luz que ninguna pantalla puede ofrecerle. Su luz, que solo emerge cuando cerramos los ojos.
Yo también he cerrado los ojos. Lo he hecho en medio del ruido, de la presión, del vértigo que a veces implica liderar. Y al hacerlo, he sentido miedo. Pero también he encontrado respuestas. Quizás esa sea, en el fondo, la única forma auténtica de seguir: desde adentro, con los ojos cerrados, pero el corazón muy despierto.
Libro sugerido: Hit Refresh: The Quest to Rediscover Microsoft's Soul and Imagine a Better Future for Everyone