Planeación financiera, el GPS que toda empresa necesita para crecer con propósito
- Marco Andrés Dávila
- 24 oct
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Por: Marco Andrés Dávila
Consultor Financiero de Créame Incubadora y Aceleradora de Empresas

Las tareas cotidianas suelen consumirnos. La inmediatez gobierna nuestro actuar y llena muchos espacios de nuestras vidas. Entre obligaciones, compromisos y los diferentes roles que asumimos, pasamos de un estado a otro casi en modo automático. Ese ritmo acelerado muchas veces no nos permite mirar más allá.
Las finanzas, tanto personales como empresariales, no escapan a esa realidad. La dinámica económica exige diseñar productos o servicios a la medida de clientes cada vez más exigentes, cumplir con obligaciones fiscales y laborales, y adaptarse a los cambios constantes del mercado. Todo esto con un fin esencial: preservar nuestras organizaciones en el tiempo y evitar engrosar las estadísticas del llamado “valle de la muerte” empresarial en Colombia.
Por eso es necesario hacer un alto en el camino, bajar la velocidad y proyectar nuestra organización. Se trata de arrebatarla de la inmediatez y construir, en su lugar, un proceso planificado, estructurado y guiado que permita mitigar los riesgos propios de la vida empresarial.
Ahora bien, el proceso de planeación financiera suele parecer complejo, no tanto por la técnica misma, sino por la ausencia de información básica: históricos de ventas, proyecciones de ingresos, costos y gastos, metas comerciales, inversiones en bienes de capital, capacidad instalada, entre otros. Sin estos insumos, el empresario pierde claridad sobre sus metas financieras de corto y mediano plazo.
Un ejercicio de planeación financiera debe considerar el antes, el durante y el después de la acción empresarial:
El pasado, entendido como la historia clínica de la empresa, permite identificar tendencias, ciclos de caja, rotación de inventarios, márgenes operativos y otros indicadores que sirven como punto de partida.
El presente, donde se conecta esa visión histórica con la realidad actual de la organización, facilitando el diseño de metas más realistas y alcanzables.
El futuro, que puede pensarse a mediano (5 años) o largo plazo (10 años), según la visión estratégica de cada empresa. Aquí entran en juego factores internos, pero también externos, como inflación, devaluación, tasa de interés, salario mínimo e indicadores macroeconómicos que no podemos controlar, pero que sí debemos monitorear.
Para quienes no tenemos bola de cristal ni el don de la clarividencia, la planeación financiera es lo más cercano a prever lo que viene. Y frente a quienes dicen: “no hago proyecciones porque nunca se cumplen”, vale la pena recordar que, en palabras populares: hay que apuntar a las estrellas para, por lo menos, llegar a la luna.
Además, planear financieramente brinda tranquilidad. Cuando el empresario tiene claridad sobre sus costos, flujos de caja y necesidades de capital, deja de vivir en la angustia de la improvisación. Esa seguridad le permite dedicar más energía a innovar, liderar a su equipo y fortalecer la relación con sus clientes, en lugar de apagar incendios todos los meses.
La planeación financiera también abre la puerta a nuevas oportunidades. Los inversionistas, bancos o aliados estratégicos valoran enormemente a las empresas que muestran proyecciones claras y realistas. Una organización que sabe hacia dónde va transmite confianza, y la confianza es el primer paso para acceder a recursos, alianzas y mercados que impulsan el crecimiento.
